Hace un mes, con el cierre del mercado en el horizonte, Héctor Herrera (Tijuana, 1990) decidió que quería darse una segunda oportunidad en el Atlético. La decisión pilló un poco por sorpresa al club rojiblanco, ya que su salida era básica para poder hacerle un sitio a Lucas Torreira. Así que al centrocampista charrúa le tocó permanecer cobijado en un hotel, a la espera de se concretara alguna salida. Para sorpresa general, el que le acabó haciéndole hueco fue Thomas, tras abonar el Arsenal los 50 millones de cláusula. Aunque esa es otra historia.
Lo normal es que Thomas y Torreira hubieran llevado el mando de las operaciones en la medular y que Herrera anduviera hoy lejos, acaso de vuelta a Oporto, donde nadie le ha olvidado. Pero esta tarde, en El Sadar, volverá a llevar el timón, como ha hecho en los dos partidos de Champions. Ambas noches enturbiadas, eso sí, por dos groseros errores en la salida de balón que tanto el Bayern como el Salzburgo aprovecharon para echar abajo el muro de Oblak. Sin Saúl, que apura su recuperación y podría estar de vuelta para el duelo europeo en Moscú, y con Thomas en Londres, su figura es vital para que la sala de máquinas rojiblanca pueda carburar sin asfixia.
A pesar de esos recientes cortocircuitos, el azteca tiene claro que no va a bajar los brazos. La vida, con unos orígenes humildes, le ha puesto una coraza y por eso su cabeza es casi a prueba de bombas. Porque entre las sombras también ha mostrado algunos destellos como el delicado regalo a Joao Félix el pasado martes, que acabó con el portugués estrellando el balón en el larguero con una chilena de fantasía. Su entrada en la segunda parte ante el Betis coincidió con la notable mejoría de su equipo, que había zozobrado de salida. Y en carácter, después de llevar varios años el brazalete de capitán del Oporto, hay pocos que le superen en la actual plantilla del Atlético de Madrid.